Nápoles, ciudad viva

Son las 11 de la noche y acabo de llegar a Nápoles. Parece ya un clásico que la aerolínea que me transporta desde el aeropuerto de Lisboa, se retrasa una hora. Llego a la salida y allí me espera con cara de agotado y de pocos amigos, mi guía que me llevará hasta el hotel situado en la Vía Duomo, al lado de la majestuosa y bellísima Catedral de Nápoles. Hace mucho calor, no sé cómo puede aguantar ir vestido con un traje de chaqueta. Arranca la furgoneta y comienza a toda velocidad a recorrer los 16 minutos que se tardan hasta llegar a mi hotel. Se me hacen eternos ya que parece que vamos huyendo de la policía, como una película de persecución. Poco a poco vamos adentrándonos en las interminables callejuelas que dibujan la ciudad de Nápoles. Poca luminosidad observo en las calles. Motos, no paran de aparecer decenas de scooters por todas partes, parecen salir de la nada como fantasmas. La ciudad está hecha para ellas, sin ninguna duda. Seguimos callejeando por calles tan estrechas que creo que no vamos a poder pasar. A eso se le suman las familias que están sentadas fuera de sus casas, tomando el poco fresco que parece no haber. El guía y yo no hablamos, él se limita a conducir como un kamikaze y yo a observar todo con los ojos bien abiertos. De repente, al atravesar una de las estrechas calles y llegar a una avenida, frena en seco, hay una pausa, me mira directamente a los ojos y me dice:

- Pedro, tenemos que recorrer la Vía Duomo hasta llegar a tu hotel marcha atrás y en dirección contraria para no tener que rodear el barrio. Yo, sin vacilar y mirándole fijamente le respondo:
- vale tú mandas.

Efectivamente, sin tardar ni un segundo, recorremos unos 800 metros marcha atrás, en dirección prohibida, con poca luminosidad, con las motos pasándonos por todas partes y con dos tanquetas de militares apostadas y custodiando la puerta de la catedral il Duomo y todo ello sin ningún percance. Por fin llegamos al hotel sanos y salvos. Me bajo de la furgoneta, nos miramos a la cara y nos empezamos a reír, más por la tensión que por otra cosa. Le choco la mano y me despido de él diciéndole grazie.

Nápoles es la ciudad más poblada del sur de Italia. Con casi un millón de habitantes, se encuentra situada entre el monte Vesubio y los Campos Flégreos.

A la mañana siguiente muy temprano, me organizo para visitar los monumentos y lugares más característicos de la ciudad. Desde la Piazza Cardinale (que es donde se encuentra mi hotel), me dispongo a patear las calles y rincones de Nápoles.

Nada más salir del hotel, me impacta  il Obelisco di San Gennaro que se encuentra en un callejón a las traseras de la Catedral. Este será el punto de referencia para mi regreso.

Son las 8 de la mañana y para estos días el tiempo será muy caluroso, temperaturas entre 30º y 32º. En este momento empieza a chispear, el cielo está nublado y la humedad es alta.

Salgo del callejón y mi próxima dirección es la Vía Duomo donde se encuentra la magnífica Catedral, il Duomo. Acelero mis pasos, tengo enormes ganas de verla ya que he leído y me he informado sobre la belleza que causa al visitarla. Llego a las puertas de la catedral, ahí siguen apostados una tanqueta con dos militares fuertemente armados para protegerla. A lo largo del día, iré viendo más soldados en distintos lugares emblemáticos de la ciudad.

Nada más entrar quedo impactado por tres cosas, primero el altar mayor que se encuentra al final de la iglesia, donde se ve a la virgen rodeada de ángeles mirando hacia el cielo. En segundo lugar las pinturas que se encuentran en el techo y por último, la Capilla de Santa Restituta, muy bella y distribuida por un salón en tres naves divididas por columnas.

Rodeo la iglesia por sus distintos salones observando con minuciosidad todos los rincones y sus diferentes estilos arquitectónicos, hasta que vuelvo al altar mayor. Me siento en el primer banco y quedo aún más prendando de la belleza de la Asunción. Tras unos momentos de reflexión, es hora de seguir el camino.


Salgo de la catedral y me dirijo, a través de Vía dei Tribunali, al Museo Cappella Sansevero. En el camino voy sorteando jóvenes con motos que están por todos lados, turistas y comerciantes. Kioscos de comidas, trattorias, fruterías, pescaderías... un sin fin de tiendas para todos los gustos.

Llego al museo, compro la entrada y entro a la vez con varios turistas franceses y americanos.

Si la Catedral me impactó, la Capilla me impresiona. En el interior se encuentran 28 monumentos a cual más bello. Pero con el que me quedo con la boca abierta, es con el Cristo Velado de Giuseppe Sanmartino, realizado en 1753.

El autor esculpió el cuerpo sin vida de Cristo, en el cual los pliegues expresan un sufrimiento profundo, de tal manera

que los miembros y partes del cuerpo parecen
aún más desnudos, evidenciándose las líneas del cuerpo en mármol.

La vena hinchada y todavía palpitante en la frente, las heridas causadas por los clavos en los pies y manos, el costado extremo... bordan los extremos del sudario como elementos de la pasión de Cristo.

Mi próximo destino: Iglesia del Gesù Nuovo. Me encuentro muy cerca, 6 minutos de distancia andando. Emprendo el camino y en un rincón del recorrido, veo a varias personas haciéndose fotos alrededor de una estatua. Con todo el interés de mundo me acerco para saber de qué se trata. Es un busto de Pulcinella de Nápoles.

Personaje popular de la commedia dell'arte, es un popular rufián, alcahuete y filósofo, siempre con una máscara puesta. Jorobado, barrigudo y de enorme nariz es sin embargo un excelente orador y cantor. Se dice que poner su mano sobre su aguileña nariz te trae suerte. Pues eso hice, agarrarla con fuerza.

Después de este divertido encuentro, llego a la Piazza del Gesù Nuovo donde me encuentro con la peculiar fachada de la Iglesia del mismo nombre de la iglesia.

Y justo en el centro de la plaza, se alza otro bello obelisco custodiado de nuevo por varios soldados bien armados.

Son las 11 de la mañana y hace ya un calor sofocante. Me compro una botella de agua para el camino ya que la humedad hace que esté sudando constantemente.

Justo al lado de la iglesia, me encuentro la Basílica y el Complejo Monumental de Santa Clara. Allá vamos!!!

Primero paso a visitar la Basílica, cruzando la puerta a través de un arco enorme. La entrada es muy espaciosa y ancha. A primera vista se puede apreciar toda la iglesia en su conjunto. Me desplazo lentamente observando a izquierda y derecha hasta que llego al altar mayor, altar sencillo con un Cristo en el medio muy llamativo.

Me despido y dejo la iglesia por la puerta lateral que da paso al bellísimo complejo monumental de Santa Clara.

Nada más entrar recorro los pasillos del claustro donde se observan tanto en las paredes como en el techo pinturas ornamentales. Arcos ojivales que decoran el pasillo cuadrado. Cuando finalizo el recorrido, comienzo a pasear por el interior del claustro. Lugar especialmente bello y relajante a la vez.  El jardín tiene dos paseos en forma de cruz compuesto por setenta y dos pilares octogonales que están decorados con paneles de azulejos.

También encuentro entre las columnas asientos que están recubiertos por azulejos con decoraciones vegetales.

El lugar emana mucha paz y tranquilidad al pasear por el precioso patio. Y cual es mi sorpresa, cuando recorro una de las instancias internas del claustro para ver restos ornamentales, me encuentro a tres chicos dando un pequeño concierto.

Es el grupo Colonne Sonore que está ensayando para el concierto que en breve tocarán. Me siento junto a ellos y me deleito escuchando tan bella música a la vez que me recreo con la vista observando los ornamentos de la sala. Merecido relax después de tantas sensaciones.

Me despido de Santa Clara y mi próximo destino será visitar el Castel Nuovo, dirección al puerto.

La distancia ahora es más larga, según el google maps tardaré 16 minutos pero serán más porque durante el paseo voy parando y observando la vida en la calle: el ir y venir de las personas, las motos que siguen apareciendo, las innumerables tiendas de frutas, las pescaderías... todo un espectáculo.

Después de unos minutos andado, las calles estrechas finalizan y dan paso a una gran avenida, la Via Medina la cual me llevará directamente al castillo.

Ya soy capaz de avistarlo, precioso castillo pegado al puerto, además en sus aguas se ven grandes transatlánticos y cruceros que se encuentran atracados en las inmediaciones del puerto.

Sigo andando ya me queda menos. Ahora a mi derecha se abre una plaza con una fuente grande en media de ella.

¡Es Neptuno!, la Fuente de Neptuno. Me acerco rápidamente y en el lugar se encuentra un grupo numeroso de japoneses junto a su guía dándoles las explicaciones precisas.

La fuente tiene forma circular. Está rodeada de cuatro leones de los que brota agua de la boca, llevando entres las zarpas el escudo de la ciudad.

Dos monstruos marinos vierten el agua en la bañera central, adornada con delfines y tritones.

En el centro en una roca se encuentra la estatua de Neptuno con su tridente.

Y por fin, después de unos cuantos metros, llego al Castel Nuovo. Visito las diferentes estancias: Sala de los barones, Sala de la armería, Capilla de las almas del purgatorio y la Capilla de San Francisco de Paula.

Posteriormente paso al segundo piso donde me encuentro con unas vistas inmejorables del puerto. Al fondo se divisa el majestuoso Volcán Vesubio, aún activo de Nápoles.

Quedo maravillado por toda la cultura histórica que tiene Nápoles. Salgo del castillo y me dirijo ahora hacia el Palazzo Reale di Napoli junto a la Piazza del Plebiscito y la Basilica Reale Pontificia San Francesco da Paula.

Recorro algunos metros más y me encuentro en la espaciosa Plaza del Plebiscito donde se encuentra el Palacio Real. Obligada visita al interior del Palacio cuya impresión inicial, es que es muy parecido al Palacio Real de Madrid. En la entrada hay dos interminables escaleras de mármol que dan a las estancias y habitaciones de los reyes.

Me despido del Palacio y justo en frente se encuentra La Basílica Real Pontificia de San Francisco de Paula.

La Basílica es una de las mayores iglesias de Nápoles. Se trata de la más importante iglesia de Italia del periodo neoclásico.

El interior tiene forma circular, muy espaciosa y de obligada visita. Entro, aprecio todos los rincones sencillos de la iglesia, me siento en un banco y disfruto de un momento de relajación.

Salgo de la Basílica y desde las columnas que rodean la iglesia, paro unos segundos para echar la última mirada a la enorme plaza donde me encuentro.

Prosigo mi itinerario y me dispongo a visitar el Castell dell'Ovo en pleno puerto marítimo. A través de la Via Cesario Console inicio el camino.

Son ya las 13.00 horas de la mañana. Hace muchísimo calor. Noto el sol impactando en mi cabeza. Necesito refrescarme para aguantar mejor el trayecto. Encuentro una pequeña fuente justo en frente del bello Vesubio. Abro el grifo, relleno la botella de agua y sin más me empapo toda la cara y la cabeza. Ya estoy listo para proseguir.

Mientras voy paseando por el paseo marítimo, bajo a un pequeño barrio de pescadores donde las pequeñas barcas están listas para partir. Al fondo se divisa el castillo.

Continúo andando y justo antes de acceder al castillo, me encuentro con una puerta preciosa con vistas al mar. Fontana della Immacolatella. Paro unos segundos y prosigo. Ya estoy en el interior del Castillo del Huevo.

Su nombre proviene de una leyenda napolitana según la cual, Virgilio habría escondido un huevo mágico en los cimientos del castillo, uno de los más antiguos de la región.

Sin este huevo mágico, la fortaleza sería destruida y Nápoles sufriría una catástrofe.

Son cuatro horas ya las que llevo desde que salí del hotel. Cuatro horas intensas recorriendo la ciudad historia de Nápoles. Tengo que seguir, porque creo que si me paro, puede que no me levante más.

Hago un pequeño esfuerzo más y sobre los pasos que me han llevado hasta el puerto, regreso para admirar la Galleria Umberto I. De ahí cogeré el funicular que me llevará a mi último itinerario, el Castel Sant'Elmo.

La Galería Umberto es una galería comercial construida en Nápoles entre 1887 y 1890.

El interior de la galería está construido por dos calles que se cruzan, cubiertas por una estructura en hierro y vidrio y flanqueadas por algunos edificios.

Salgo de la galería y a unos pasos de distancia cruzando Via Toledo, encuentro la estación de ferrocarril inclinada para subir hasta el Castillo Santelmo.

Es en Augusteo donde cogeré el funicular F3 que en solamente 8 minutos me llevará hasta la cima por solamente 1,10 €.

El Castillo de Santelmo es un castillo medieval situado en la colina de Vomero. En la actualidad está dedicado a un museo.

Bellísimas vistas desde lo alto del castillo. Se puede ver toda la ciudad, el puerto y cómo no, el Vesubio a lo lejos.

Me tomo varios minutos para descansar y a la vez para observar todos los espacios desde las alturas.


El aire desde el mirador envuelve mi cuerpo como si me estuviera dando la bienvenida al castillo.

Finalizo aquí mi itinerario por Nápoles. He visto lo más característico de la ciudad, aunque sé que hay más cosas por ver.

Nápoles es enorme, solamente la ciudad tiene casi un millón de habitantes. Creo que por hoy es suficiente.

Son ya las 15.00 horas y aún no he comido nada.

Es el momento de bajar a la ciudad por el funicular y buscar un sitio para comer.

Vuelvo a la Galería Umberto y por la Via Toledo me inmerso en una oleada de turistas que van y vienen.

Sigo por la gran avenida hasta que desaparezco por las infinitas calles estrechas típicas de la ciudad.

Vuelvo a ver las fruterías, pescaderías, puestos de comida, ropa tendida en los balcones, nuevamente las motos, gente de un lado para otro, iglesias que aparecen tras las esquinas...

Y por fin, me paro ya con pocas energías en una trattoria, restaurante típico italiano.

Hay infinidad de tipos de pasta por lo que elijo primeramente espaguetis al pomorodo, típicos espaguetis a la napolitana: pasta, ajo, cebolla, apio, perejil, aceite de oliva, azúcar y tomates deshidratados.






Aquí acaba mi recorrido por la ciudad, por Nápoles. Los días posteriores visitaría Pompeya, el Vesubio y la Costa Amalfitana, pero eso es ya otra historia.

Nápoles es una ciudad viva. Nápoles es una ciudad dinámica. Desde muy temprano la ciudad renace del día anterior. Los napolitanos comienzan a preparar el día para que nunca pare.

Motos, gente, turistas, monumentos, restaurantes... todo se mueve al compás de una ciudad que nunca duerme.


 Arrivederci Napoli. Tornerò.












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