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Mostrando entradas de 2019

Mallorca en noviembre

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Quién lo iba a decir. Visitar Mallorca en el mes de noviembre con un tiempo excelente. 24 grados eran los que nos arroparon durante el puente de todos los santos. Hasta Palma de Mallorca volamos mi madre y yo desde Sevilla. Solamente una hora y media nos separaba de la Isla. Este viaje iba a ser diferente. Mi madre y yo ya habíamos visitado otros países de Europa. El último que recorrimos fue la capital de Noruega, Oslo. Y es verdad que el ritmo que allí vivimos fue intrépido: nos desplazamos a pie, en tren, autobús en incluso en barco. Pero esta vez el tiempo de estancia en Mallorca iba a ser de relax, sin prisas y con un solo medio de transporte, el coche. Estamos llegando a Palma, el avión planea durante varios minutos a ras del suelo. Observamos decenas de molinos que parecen estar brotando de la tierra dándonos la bienvenida. Éstos forman parte del paisaje mallorquín. Los molinos son harineros de viento usados hasta hace pocas décadas para moler el grano y fabricar harina

Egipto. Pirámides de Guiza.

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Son las 7 de la mañana. Hace ya dos horas que ha amanecido en El Cairo. Me dispongo a visitar las Pirámides de Guiza: Keops, Kefrén y Micerinos, junto a la enorme y bella Esfinge. Son ya varios días los que llevo soñando con este momento. Mi itinerario comenzó días antes en un crucero por el Nilo descubriendo templos, museos y tumbas reales desde Asuán hasta Luxor. Es el momento de conocer en directo, en primera persona las bellezas megalíticas de Guiza. Me encuentro hospedado en el Hotel Oasis. Son 13 minutos los que me separan de las pirámides. Me subo al autobús. En un primer momento no avisto las grandes pirámides, hay edificios y una arboleda que no me dejan verlas. Iniciamos el recorrido por la Avenida Alexandria Desert Rd. Han pasado 5 minutos y ahora sí, aparecen de la nada. La primera que se ve a lo lejos es la Gran Pirámide de Keops, la más antigua y la más grande. Voy pegado literalmente a la ventana del autobús. No dejo de observar la enorme y bella construcción. Han p

Nápoles, ciudad viva

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Son las 11 de la noche y acabo de llegar a Nápoles. Parece ya un clásico que la aerolínea que me transporta desde el aeropuerto de Lisboa, se retrasa una hora. Llego a la salida y allí me espera con cara de agotado y de pocos amigos, mi guía que me llevará hasta el hotel situado en la Vía Duomo, al lado de la majestuosa y bellísima Catedral de Nápoles. Hace mucho calor, no sé cómo puede aguantar ir vestido con un traje de chaqueta. Arranca la furgoneta y comienza a toda velocidad a recorrer los 16 minutos que se tardan hasta llegar a mi hotel. Se me hacen eternos ya que parece que vamos huyendo de la policía, como una película de persecución. Poco a poco vamos adentrándonos en las interminables callejuelas que dibujan la ciudad de Nápoles. Poca luminosidad observo en las calles. Motos, no paran de aparecer decenas de scooters por todas partes, parecen salir de la nada como fantasmas. La ciudad está hecha para ellas, sin ninguna duda. Seguimos callejeando por calles tan estrechas que cr