Cuba, luces y sombras


Accedemos a La Habana, capital de la República de Cuba con aproximadamente 3 millones de habitantes, a través del autobús de la agencia turística que habíamos contratado, el cual nos recoge en el histórico Aeropuerto José Martí (político, pensador, periodista, filósofo y poeta cubano, creador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la Guerra del 95, además fue miembro del movimiento literario del modernismo).
Son aproximadamente las 22.00 horas y hace un calor sofocante debido a la alta humedad que impera en toda la capital.
Por fin entramos en La Habana. De repente, se hace un silencio absoluto dentro del autobús, estamos viendo las entrañas de la ciudad, muy poca iluminación en los barrios, casi en penumbra; casas totalmente deterioradas y algunas derruidas

por el paso del tiempo y por falta de medios económicos, eso sí, son casas preciosas de la época colonial; algunos comercios y tiendas, con pocas provisiones, donde se reúnen los jóvenes para tomarse alguna bebida; coches de los años 60 donde destacan el Ford Galaxy, el Plymouth, el Chevrolet, el Skyliner o el Cadillac; la realidad es que la primera sensación que percibimos, es que el tiempo se ha detenido o que hemos retrocedido en él, unos 50 años.
Por el contrario, hay vida en las calles de La Habana, mucha vida, niños jugando en sus


barrios, jóvenes reunidos charlando, padres y abuelos sentados en sillas y tumbonas en el hall de sus casas coloniales, aprovechando el poquito fresco de la noche que deja el clima allí; la gente sale a la calle, su vida está en la calle.


Ya es media noche, llegamos a nuestro hotel, el gran e histórico Hotel Nacional, monumental edificio inaugurado en 1930. Nos llama la atención, su cercanía y vistas al mar donde nos separa el famoso Malecón, paseo marítimo donde se reúnen cada noche infinidad de jóvenes y no tan jóvenes. Cabe destacar que en diciembre de

1946, el hotel fue escenario de uno de los más cruciales encuentros de todos los capos mafiosos de los Estados Unidos y de aquellos que se ocupaban de sus negocios en la Isla, reuniendo a las cinco familias de Nueva York.


Los días siguientes pateamos literalmente la ciudad, primero para hacernos una idea global de La Habana, acordamos los pesos cubanos convertibles (CUC), con el conductor de un Coco-Taxi, un taxi en forma de coco que nos deja divisar a ras de carretera todos los recovecos de La Habana: visitamos el barrio afro-cubano, donde se practica la Santería; paseamos por

el Parque Metropolitano de La Habana, que engloba el Jardín Botánico, el Parque Almendares, Jardines de la Tropical y La Polar; avistamos la Universidad y el gran Cementerio de La Habana con una puerta de entrada magnífica;
llegamos a la Plaza de la Revolución, donde, alrededor de ella, se encuentran todos los miniesterios y, como buen turista, foto obligatoria con el Che Guevara y Fidel Castro en sendas fachadas de dos de los ministerios; seguimos el recorrido en el Coco-Taxi a lo largo del inacabable Malecón, hasta llegar a la histórica Plaza Vieja donde antiguamente se realizaba la compra-venta de esclavos, una vez allí, visitamos el Museo del Ron y el Museo de la Cerveza; como punto final, el taxi nos deja en el gran Capitolio Nacional, inspirado en l clásico capitolio romano; desde allí, y a pie, recorremos los sitios típicos de La Habana Vieja a través de la Avenidad del Obispo (calle comercial), donde es parada obligada los lugares que frecuentaba el escritor Ernest Hemingway (escritor y periodista estadounidense y uno de los principales novelistas y cuentistas del siglo XX. Ganó el Premio Pulitzer en 1953 por 'El viejo y el mar' y al año siguiente el Premio Nobel de Literatura por su obra completa), tales como 'La Bodeguita del Medio', donde son famosos sus mojitos y 'El Floridita' famoso por sus daiquiris, amenizados todos estos lugares por grupos musicales que alegran la estancia del turista con sus típicas canciones de salsa cubana.

Al día siguiente nos dirigimos al Castillo del Morro, fortaleza construida por los españoles durante el siglo XVII, el cual fue tomado por los ingleses en 1762 y, pasado casi un año, los británicos devuelven La Habana a los españoles a cambio de Florida. En 1763 se comenzó la construcción de la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, la mayor de las construidas por España en el Nuevo Mundo, que apuntaló el sistema defensivo de La Habana tras la ocupación inglesa. Desde el Castillo del Morro, se divisa perfectamente todo el Malecón, el puerto y La Habana Vieja. La fortaleza está repleta de innumerables cañones de todo tipo y colocados es sitios estratégicos para minimizar los ataques por mar de los enemigos españoles de la época.

Los siguientes 4 días, los pasamos en la paradisiaca Playa de Varadero la cula posee condicones para la práctica del buceo, la pesca, todo tipo de actividad náutica y paracaidismo. Aguas cristalinas y poco profundas, arenas blancas y sobre todi, gente muy amable, culta, dialogante, abierta e interesada en escuchar al turista hablar de otros países, de otras culturas, de otras formas de via... así es el cubano.

Ya en el aeropuerto José Martí de La Habana, esperando para embarcar y volver a nuestra tierra, nuestras mente hacen un repaso de todos estos días que hemos disfrutado descubriendo una gran Isla, tenemos un sentimiento de tristeza por dejar atrás un bello país no solamente por su cultura, por su historia, por sus monumentos, por sus paisajes, por sus playas... sino por lo más maravilloso que tiene Cuba: su gente.







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